Ayer, coincidiendo con el día de la madre, mientras esperaba para comprar unas flores, pasó por mi lado una niña de unos 5 ó 6 años de la mano de su madre y le dijo: “Mamá, ¡¡¡mira qué plantas más bonitas!!!”. La madre sin ni siquiera mirar, empezó a tirar de ella: “Vamos, Claudia, vamos”.
Así es cómo andamos por la vida, siempre corriendo, sin tiempo para nada. Cuando llegamos a trabajar deseando plegar, cuando es lunes anhelando que sea viernes, cobramos el día 1 y el 2 ya contamos los días que faltan para la siguiente paga, aún de vacaciones y ya planeamos que haremos en las siguientes...
Nuestra sociedad ensalza la productividad y la eficiencia, se premia al que más produce y al que más rápido lo hace, en detrimento del goce y del disfrute. Eso en el mundo laboral es muy habitual, pero también lo podemos encontrar en otros ámbitos.
Existe, por ejemplo, concurso de cocina donde gana el que más rápido cocina, pero la cocina, como cualquier otra actividad artística que yo la considero, tiene la finalidad del disfrute, elegir cuidadosamente los ingredientes, controlar los tiempos y las temperaturas, coordinar las cocciones, saborear como progresa y rectificar aquello que sea necesario... es algo tan absorbente que parece que el tiempo se detiene.
No tiene ningún sentido ser el cocinero más rápido si no te da tiempo a sumergirte en lo más hondo de los fogones. Lo importante no es solo el resultado, el proceso es incluso más importante.
Ir con tantas prisas de aquí para allá hace que estemos en todo pero que realmente no estemas a nada. No nos permite disfrutar de la vida, no podemos gozar de ella, ya que la clave para vivir plenamente consiste en detenerse en el momento presente y disfrutar de él. Sin pensar en lo próximo que tenemos que hacer y en el poco tiempo del que disponemos para ello.
Procuremos tener los cinco sentidos puestos en aquello que estemos haciendo en cada momento, ya sea algo placentero, incluso cuando sea algo que no nos resulte especialmente agradable.
Olvidamos que el día tiene solo 24 horas y las largas listas de actividades para hacer durante el día, no obliga a correr más y más ya que si no, no hay forma de cumplir los objetivos o recortando la lista marcando prioridades. Casi seguro que podemos prescindir de muchas de las cosas que hacemos pero estamos tan acostumbrados a llevar un ritmo de vida frenético que vivir en este estado de cansancio y extenuación ya nos parece normal, sin darnos cuenta de lo perjudicial que esto es para nuestra salud.
Las prisas, es uno de los factores desencadenantes de estrés y de la ansiedad, con todos los síntomas y
complicaciones que ellos comporta, así que, suelta gas, levanta el pie del acelerador o afloja, dilo como quieras, pero esa actitud de “slow life”, te ayudará a sentirme emocionalmente mucho mejor y a disfrutar de la vida más tranquilamente.
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Toni Aznar