jueves, 7 de septiembre de 2017

Síndrome de Anna Karenina

Hoy os dejo una entrada basada en un artículo de Xavier Guix publicado en El País Semanal. Guix es un autor al que admiro mucho, me he leído algunas de sus obras y son realmente intensas y concienzudas. Así que os paso a presentar la entrada de hoy.

Por el Síndrome Anna Karenina entendemos lo que nosotros conocemos como pasión amorosa. La versión cinematográfica de la  novela de León Tolstói, Anna Karenina, nos permite observar como actúa y cuales son las consecuencias de esa desmesurada pasión amorosa.

 Más allá de la experiencia del enamoramiento existe una dimensión enajenante por su intensidad y
Nadie necesita a a nadie para ser feliz.
Nadie hay en este mundo que te pueda hacer feliz
descontrol que suele caracterizarse por una exaltación de todos los sentidos, una necesidad de fusión afectiva y un estado de dependencia de esos corazones apasionados. Viven en un sinvivir porque nada tiene sentido, nada existe y nada puede soportarse si no permanecen juntos. Están “pillados” el uno con el otro. Más que una alegría es un sufrimiento por ausencia o por suponer un trágico abandono. Como Romeo y Julieta, la vida no vale si no pueden amarse. 


Evidentemente, es una exageración irracional de una necesidad afectiva y de dependencia. Constantemente, durante mis sesiones de terapia, procuro que mis pacientes recapaciten sobre las cosas que creen son realmente importantes en su vida y que las valoren en su justa medida en una escala de 0 a 10. Donde 0 sería nada importante y 10 superimportante. Con esto, pretendo que seleccionen no solo lo que si es realmente importante, sino que además, asignen una puntuación más adecuada de nivel de importancia. ¿El objetivo?, que entiendan, que crean que en la vida a pocas cosas realmente importantes y que éstas, tampoco tienen el nivel de importancia que les damos o que nos hacen creer que tienen.

Tal como apunta Xavier Guix, “aunque a muchas personas les gustaría que la pasión durara toda la vida, lo cierto es que la asiduidad, la convivencia y las tareas domésticas acaban por matar ese deseo que se convierte en angustia cuando no puede ser poseído. 
Nada asesina tanto el deseo como su consumación. 
La ilusión queda desvelada cuando se descubre que, en efecto, no solo se puede vivir sin el otro, sino, incluso, mejor. 
No obstante, el amor apasionado se añora. Sentir la exaltación de los sentidos, la sensación de encontrar la media naranja, de completarse junto a alguien especial, de realizar por fin la ilusión de la relación perfecta. Esa idea instalada en la mente de tantas personas conlleva una búsqueda obsesiva que se traduce en montones de intentos frustrados por culpa de no acabar de encontrar esa persona “especial”.

 Viven de la falta porque se acostumbraron a ella. Por el camino dejaron un reguero de opciones reales que menospreciaron porque a todas les faltaba algo. No sintieron la pasión deseada en su imaginario. Así descubrimos que la pasión, como el sexo, suele merodear más en la cabeza que en ninguna otra parte. Actualmente es observable la dificultad de muchas personas para emparejarse.” 

La historia de Anna Karenina, una mujer enérgica y honrada, queda prendada del caballero y militar Vronsky hasta romper con las costuras de su propia condición de mujer casada, en una sociedad aristocrática rusa decadente, falta de valores y preñada de hipocresía. La protagonista es capaz de trascender, de sobrepasar el límite de su propia historia, las costumbres sociales, un marido de alta alcurnia e, incluso, en el más doloroso de los casos, a su propio hijo. Todo por ese enamoramiento.
“El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza” José Ortega y Gasset
No obstante, su incondicional entrega se corresponde a medias con la de su amado. Aunque al principio Vronsky se desboca por lograr su apreciado trofeo, luego caerá en lo que Schopenhauer advirtió: el aburrimiento.

 Allí donde ella empuja, él solo frena. Allí donde nació la pasión, ahora pervive la frustración. Se hizo realidad la visión de que en-amor-miento, es decir, que los estados afectivos alterados filtran una manera de ver el mundo errónea. Fiarse solo de los sentidos conlleva después el doloroso ejercicio de abrir los ojos y no reconocerse. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Cómo se puede estar tan ciego?

No sería justo culpar a la desairada Karenina, el delito de Anna, su único y gran error, fue su inmediatez, dejarse llevar por sus sentimientos sin tener en cuenta los de los demás. Con algo más de paciencia, con algo más de cordura y con los ojos bien abiertos se hubiera dado cuenta de la inconsistencia de su amado. La falta de contacto con la realidad, basada en su idea irracional de necesitar esa relación apasionada para ser feliz, hace que Anna se condene por su empeño en querer a quien no la podía querer. 
Ese es su síndrome, el que sufren los que aman ciegamente, es decir, aman una idea y aman sus propias sensaciones. Pero no se dan cuenta de quién tienen delante, porque solo pueden ver su propio reflejo, como Narciso. Embriagados por la euforia confunden el amor a sí mismos con el amar.
 Tolstói compagina en su novela la historia de Anna Karenina con la de Levin y Kitty. Él, un joven campesino, sencillo y poco hábil en el arte de la seducción. Ella, una princesita aristocrática enamorada y despreciada por el mismo hombre que su rival Karenina.
 Superadas sus adolescentes expectativas, al final decide darle una oportunidad a Levin. Se van conociendo. El vínculo se fortalece hasta el compromiso. Una vez juntos, Kitty se traslada a la casa parental de Levin en la que da muestras de una actitud madura, sensible e, incluso, compasiva al cuidar a su suegro enfermo. Es otro tipo de entrega. Más que una pasión de los sentidos es una calidez interior. Más que grandes e intensas emociones, son pequeños gestos cargados de amor profundo. 
“El deseo es potencia;el amor, alegría”Spinoza
Dos en amor. Dos corazones que viven en la alegría de estar juntos. No hacen falta grandes exaltaciones, aunque bienvenidas si las hubiere. Muchas personas hoy hablan de sus relaciones sin nombrar la palabra enamoramiento. Se han conocido, se han gustado y han decidido emprender un camino o un proyecto en común. Vivir exaltadas, descontroladas, con necesidades fusionales propias de una niñez que no se ha actualizado no cabe ante un compromiso estable y duradero. No nos juntamos con otra persona para que siga siendo nuestro padre o nuestra madre, para que llene todas nuestras expectativas o se someta a todos nuestros caprichos.
Dos se juntan, pero no se mezclan. Dos se juntan, aunque forman una trinidad: tú, yo, y tú y yo. Dos en amor es para gozar, procurarse felicidad y cuidarse mutuamente. Sin dejar de ser ellos mismos. 
Es una experiencia única que permite un conocimiento profundo de uno mismo, a la vez que lo extirpa de su tendencia egocéntrica. Justamente lo que le faltó a Karenina. Solo se escuchó a sí misma. Quiso ver en su amado su propia pasión y quiso eternizarla. El amor auténtico, el amor duro, no se robustece de sensiblerías, sino de la alegría de saber que podemos contar con el otro, pase lo que pase. Es el amor de la reciprocidad, de la amistad y del ágape, de la ternura y de la compasión.
Los estadios de la pasión
Los fenómenos pasionales que sufrió Anna Karenina son reconocibles en el estado agudo de enamoramiento: 
  • Una enorme atracción (necesidad afectiva). 
  • Identificación mágica con el otro (idealización). 
  • Fusión (sentimiento de reciprocidad). 
  • Proyección (verse a uno mismo en el otro). 
  • Exclusividad (fidelidad sexual). 
  • Atención concentrada.
  •  Magnificación del otro. 
  • Pensamiento obsesivo. 
  • Energía intensa, tanto emocional como sexual. 
  • Una capacidad empática desbordante.

Reconocéis muchos de los sesgos perceptivos que publiqué en anteriores entradas, verdad?

Sin más, haced lo que amáis, amad lo que hagáis.
Toni Aznar.
Psicólogo.

2 comentarios:

  1. Hola Toni. Me parece muy interesante tu artículo, sobre todo por lo que pueda aportar a mi vida.
    Creo sufrir de este síndrome. Mis relaciones han empezado casi siempre por un "flechazo" hacia una persona que apenas conocía y que empezaba idealizando, para más tarde quedar decepcionada al no ser como yo esperaba.
    Me gustaría que me pudieras recomendar lectura o ejercicios para tratar de mejorar en este sentido.
    Muchas gracias.

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    1. Hola Famaris, primero de todo, agradecerte que leas mi blog y respecto a tu consulta, me cuesta mucho recomedar lecturas de autoayuda fuera de un entorno de terapia, ya que una lectura es una herramienta más que uso dentro de mis sesiones, ya que son lecturas guiadas y reflexionadas.
      Si que te puedo recomendar que te leas algun otro de mis artículos, relacionados con las expectitativas y otros que hablan sobre principios y valores racionales. Desde el buscador de terminos los encontrarás.
      Piensa que el "flechazo" como tu bien dices es un término romántico, donde la fuerza del amor reside en algo "místico y misterioso" que no podemos controlar y es excluyente, se da o no se da, no hay término medio, nada más alejado de lo que sería un proceso de enamoramiento maduro, responsable y profundo, por lo tanto, mucho más enriquecedor y constructivo a medio largo plazo.
      Lo dicho, revisa tus expectativas y tus valores o principios, que te ayudarán a tener una percepción de la vida mucho más adaptativa y enriquecedora.
      Salud!!!

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