lunes, 11 de abril de 2016

Uno sólo cuida aquello que ama



Para poder dar lo mejor de nosotros mismos, para crear nuestra mejor versión -aquella que nos permita sentirnos satisfechos, plenos y completos y contribuir al entorno y las personas con las que convivimos y a las que amamos-, hemos de empezar por cuidarnos nosotros mismos, ya que nadie puede dar lo que no tiene
Y uno solo cuida aquello que ama. Cuando no amamos algo, no lo cuidamos. 


De ahí la importancia de amarnos incondicionalmente, apoyarnos y ser compasivos con nosotros mismos, tratándonos amablemente en toda circunstancia, para sentirnos merecedores de ser cuidados y de avanzar en la senda de nuestra realización.

Pero, ¿por qué nos cuesta tanto aceptarnos tal como somos?

Vivimos en una sociedad llena de dualidades, donde de forma generaliza todo se clasifica en bueno-malo, apto-no apto, amigo-enemigo y no se tiene en cuenta la riqueza de matices. 

Por una parte, esa tendencia a la generalización nos facilita enormemente la compresión de nuestra realidad, ya que se reduce a dos variables. Pero si nos quedamos atrapados en esa dualidad y no somos capaces de vislumbrar los matices, las variaciones, nos autoclasificaremos rápidamente.

 
A lo largo de nuestra infancia, adolescencia y juventud se va forjando toda la estructura de creencias sobre nuestra identidad y valía, sobre la vida en todos sus aspectos y sobre la manera de ser y hacer las cosas, nuestra filosofía de vida. Dependiendo de lo amoroso que haya sido este entorno, así seremos y nos trataremos a nosotros y a los demás.


Sufrimos también la influencia social y cultural, y en una sociedad orientada al éxito y al logro como la nuestra, la aceptación incondicional resulta casi imposible y algo excepcional. 


En ese sentido, nuestra sociedad está falta de autoestima. Enmarcados en la cultura del ‘debería’ y la insatisfacción permanente, parece que todavía caminamos lejos de la alegría y la ligereza que da la autoaceptación.

Aceptarnos incondicionalmente implica tener la capacidad de valorarnos y evaluarnos con compasión, amabilidad y paciencia, y solo desde ahí poder valorar y evaluar todo lo demás con generosidad y amplitud de miras, de nuevo como un acto de honra y respeto hacia la vida.

Tomando responsabilidad por nuestra vida

Dado que nuestro grado de autoestima se mide por lo que pensamos y sentimos hacia nosotros mismos, y por cómo nos tratamos, en la superficie y en lo más profundo de nuestro ser -nuestro autoconcepto más arraigado-, resulta muy importante cuidar nuestro diálogo interno.


 Si nuestros pensamientos están basados en la compasión, la aceptación y la confianza en nosotros mismos, podemos viajar por la vida con fluidez, y desde ahí afrontar las vicisitudes contando con nuestra fuerza interior. Si se basan en la crítica, la desvalorización y la exigencia, la vida nos resultará más costosa y el peaje será la pérdida de nuestra energía y la sensación de dificultad.

La verdadera autovaloración consiste en aceptarnos conscientemente, irnos descubriendo y poner los medios que nos ayuden a suprimir y modificar las creencias irracionales y actitudes bajo las que nos hemos ido enterrando. 

Madurar emocionlamente nos va a permitir generar un nuevo autoconcepto más positivo, que no va a depender tanto de las circunstancias externas sino de nuestro interior.

De nadie más que de nosotros depende hacer este proceso de crecimiento desde el amor a uno mismo y la autoaceptación.

Haz lo que amas, ama lo que hagas

Toni Aznar

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