Para este fin de semana os dejo esta historia de la que podremos sacar unas ideas muy interesantes
que nos ayudarán a ser, cada día, un poco más feliz.
Aspectos
como:
- ¿Es muy importante lo que los demás piensan de mi?
- ¿Que una mayoría crea una cosa como cierta es realmente así?
Se cuenta
que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían
con el tonto del pueblo. Un pobre infeliz, de poca inteligencia, que
vivía de pequeñas dádivas y limosnas. Diariamente ellos llamaban
al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos
monedas: una grande de 400 reales y otra menor, de 2000 reales. Él
siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de
risas para todos.
Cierto día, alguien que observaba al grupo le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor valía menos.
Cierto día, alguien que observaba al grupo le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor valía menos.
- “Lo sé”,
respondió. “No soy tan tonto. Ya sé que la que cojo vale cinco
veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguecito acaba y
no voy a ganar más mi moneda”.
Esta
historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se
pueden sacar varias conclusiones:
- Lo que piensa una mayoría de personas ni siempre implica que sea cierto y no estén errados.
- Si un comportamiento me reporta algo bueno y positivo para mi, que más da lo que los demás piensen sobre mi.
No necesitamos la aprobación de los otros para estar bien. Es agradable, me gusta, me hace sentir bien, pero no la necesito para estar bien. Esa sería una máxima de esta historia.
Pero la
conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aún cuando los
otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo
tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, si no lo que
uno piensa de sí mismo.
El verdadero
hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto
que aparenta ser inteligente.
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Toni Aznar
A veces lo más inteligente es hacerse el tonto. Los tontos no se si son más felices pero generalmente lo parecen. Es difícil ver a un tonto quejarse de serlo. Claro que, generalmente, no saben que lo son. Al contrario, muchas veces se creen inteligentes, más inteligentes que los demás y así, muchas veces, se vuelven osados en su estupidez. En esos casos se cumple aquello de que la ignorancia es atrevida.
ResponderEliminarTambién es verdad que hay una cierta tendencia a pensar que los tontos son los demás. Todos tenemos algo de tontos y/o somos tontos en algo.
ResponderEliminarTambién hay tontos infelices, claro.
ResponderEliminarHola Luis. No cabe duda que el registro de posibles conductas a seguir y elegir la más conveniente para cada momento y contexto nos hace dudar de si somos "tontos" o no.
ResponderEliminarUn de mis profesores nos explicaba un día que "no hay nada mejor que una cara de tonto bien administrada". En definitiva, y siguiendo el post, no demos tanta importancia a lo que los otros puedan pensar de nosotros, ya que eso nos hace tontos e infelices de verdad. Saludos y gracias por tus comentarios.
Del mismo modo, a veces la mejor demostración de valentía es hacerse el cobarde. Un saludo.
ResponderEliminarY del mismo modo, a veces hay que renunciar a hacer algo destacado, algo de lo que podrías presumir, por no hacerle el mal a nadie que no lo merezca, ni siquiera a un animal. Un saludo y perdón por la digresión.
ResponderEliminarHola, Luis. Bien cierto. Al final el objetivo es poder disponer del mayor número posible de estrategias de comportamiento para evitar responder siempre de la misma manera a situaciones diferentes. Ya lo decía Einstein que "loco es aquella persona que intentan conseguir resultados diferentes comportándose siempre de la misma manera."Un abrazo
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