viernes, 28 de marzo de 2014

Pensamientos obsesivos. Los peligros de la rumiación.

Hace unos días trataba el tema de culpabilidad, o mejor dicho, el sentimiento de culpabilidad el artículo "Cuándo hablamos de culpabilidad y cuándo de responsabilidad”. Durante la terapia psicológica, es frecuente que mis pacientes me expliquen preocupaciones, me dicen que se sienten mal porque ha decidido tomar una decisión y cree a alguna otra persona le puede hacer daño.


Ya sabemos como atajar la culpa y como afrontarla. Aunque yo soy más partidario de trabajar a nivel cognitivo (los miedos, preocupaciones y obsesiones están en la cabeza) si que he de reconocer que existen técnicas muy útiles para lograr objetivos que nos permitan continuar en terapia y dedicar recursos a los cambios a nivel cognitivo. Pero hoy  comparto un artículo de  José Manuel Garrido,  que nos ofrece una serie de pautas a seguir para eliminar esos pensamientos recurrentes y repetitivos que nos asaltan cuando reflexionamos sobre algunas de las experiencias dolorosas de nuestra vida.


“Es natural pararse a reflexionar sobre las experiencias dolorosas o las preocupaciones diarias. Con ello esperamos llegar a un nuevo entendimiento que reduzca nuestra necesidad y nos permita seguir adelante. Pero este proceso natural de auto-reflexión a menudo sale mal, y en lugar de obtener una liberación emocional, simplemente tocamos las mismas escenas angustiantes en nuestra cabeza una y otra vez, sintiéndonos aún más tristes, enojados o agitados.
Volvemos a vivir las escenas de una ruptura dolorosa y re-analizamos todos los matices de esa última conversación, repasamos en nuestra mente cada detalle de los últimos momentos antes de vernos afectados por un trauma o pérdida, volvemos a vivir todas las reuniones en las que nuestro jefe nos criticaba frente a nuestros colegas, o ensayamos varias versiones de un enfrentamiento o discusión que no terminó como hubiéramos querido.
Esta necesidad de rumiar nuestras preocupaciones puede ocurrir en cualquier momento y ocupar nuestros pensamientos cuando salimos de compras, cuando estamos en la ducha, cuando estamos haciendo la cena, o cuando estamos tratando de hacer nuestro trabajo. Antes de darnos cuenta nuestro estado de ánimo ya está en ruinas y las emociones se sienten más a flor de piel que nunca.

Los peligros ocultos de quedar atrapado en un ciclo rumiativo

La rumiación se considera una forma desadaptativa de autorreflexión, ya que ofrece algunas nuevas ideas y sólo intensifica la angustia emocional y psicológica que ya sentimos. Puede parecer obvio que tales ciclos rumiativos son emocionalmente angustiantes pero menos evidentes son los riesgos importantes que suponen para nuestra salud mental y física. 
- Las cavilaciones o rumiaciones crean un círculo vicioso que fácilmente nos puede atrapar. Este impulso puede ser verdaderamente adictivo, de manera que cuanto más rumiamos, más nos sentimos obligados a seguir haciéndolo. 
- La rumiación puede aumentar nuestra probabilidad de caer en una depresión, y puede prolongar la duración de los episodios depresivos previos. 
- La rumiación se asocia con un mayor riesgo de abuso del alcohol. A menudo bebemos cuando nos encontramos al borde de la irritabilidad y la tristeza que se derivan de nuestras constantes cavilaciones. 
- La rumiación se asocia con un mayor riesgo de trastornos de la alimentación. Muchos de nosotros utilizamos la comida para manejar los sentimientos angustiantes que nuestras propias reflexiones provocan. 
- La rumiación fomenta los pensamientos negativos. Emplear una cantidad tan desproporcionada de tiempo en los acontecimientos negativos y dolorosos puede colorear nuestras percepciones generales de tal manera que empezamos a ver otros aspectos de nuestras vidas también de forma negativa. 
- La rumiación fomenta la dilación de los problemas. A modo de ejemplo, un estudio encontró que las mujeres con tendencias rumiativas que encontraron un bulto en su mama esperaron 2 meses más que las mujeres sin esta tendencia para programar un examen médico. 
- Rumiar los pensamientos aumenta nuestras respuestas al estrés psicológico y fisiológico de tal manera que los riesgos de una posible enfermedad cardiovascular se multiplican.

Romper el ciclo de la rumiación

Debido a la naturaleza adictiva de las reflexiones intrusivas, una buena forma de romper el encanto irresistible de nuestra rumiación es pararla de golpe. En concreto, debemos intentar atraparnos a nosotros mismos tan rápido como nos sea posible en cada ocasión, y encontrar la manera de distraernos para ocupar nuestras mentes con algo que no sea el centro de nuestras reflexiones. 
Ya sea viendo una película, haciendo ejercicio, resolviendo un crucigrama o jugando al Tetris, cualquier cosa que nos obligue a concentrarnos nos obligará a dejar de rumiar. Con el tiempo, el hecho de evitar la reflexión y por tanto no reforzar su atractivo, hará que la necesidad de rumiar disminuya.”

La distracción no es desde luego la única manera de romper un ciclo reflexivo. Y como he dicho al principio, los problemas es preferible trabajarlos a nivel cognitivo. Una preocupación aparece debido a que no tenemos una filosofía de vida adecuada. Estamos exagerando la importancia de estamos dando a algo, ese exceso de importancia, hace que le demos vueltas y vueltas intentando encontrar una explicación.

En el momento en que detectamos que esa idea que nos da vueltas en la cabeza es irracional por exagerada, irracional por inútil, ya que no nos ayuda a solucionar la situación, e irracional porque, además, nos hace sufrir mucho emocionalmente,  hemos de encontrar argumentos que invaliden esa idea irracional y substituirla por otra más racional y lógica. 

La distracción que recomienda el artículo es una técnica más que nos ayudará a romper el ciclo rumiativo, pero sin el trabajo cognitivo, la idea irracional que genera la preocupación no desaparece, que es lo que realmente nos interesa para lograr ser más felices.

Haz lo que amas, ama lo que hagas

Toni Aznar

Psicólogo


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