lunes, 14 de diciembre de 2015

Fiestas de Navidad!!



Cada año la misma historia. Quejas, disgustos, obligaciones, exigencias de cara a las tan deseadas/temidas fiestas navideñas.  El desagrado llega has tal punto que incluso se bromea al respecto: "¿y las fiestas? ¿bien? ¿o en familia?"

Entonces, visto que hay un gran grupo de personas que no les apetece en absoluto disfrutar las fiestas navideñas como se ha hecho siempre, ¿por qué lo hacen?

Esa es la pregunta que yo lanzo y comienzan a dar sus argumentos al respecto.
  • Siempre se ha hecho así!!
  • Menudo enfado cogerían mis familiares!!!
  • Qué pensarían de mi!!!
  • Me sentiría muy mal conmigo mismo!!!!
Lo que pretendo con esas preguntas es detectar esos argumentos que sean irracionales. Y son irracionales todos aquellos que sean falsos por exagerados, inútiles porque no nos ayudan a solucionar el problema y, por último, también generan un gran malestar emocional.

Todos esos argumentos, en realidad, son escusas para no afrontar una realidad: desearía pasar mis vacaciones de navidad de forma diferente, pero...

...si rompo la tradición entonces...
...si hago enfadar a mis familiares entonces...
...si no hago lo que otros esperan de mi entonces...
...si me siento culpable entonces...

La mayoría de nuestras ideas irracionales siguen ese patrón: si XXX, entonces, XXX.

Una vez detectadas esas ideas irracionales tenemos que pasar a desmontarlas con argumentos de peso, convincentes y racionales y finalmente. Substituirlas por otras más racionales, realistas y adaptativas.

Si nos remontamos a la tradición, por ejemplo, encontraremos un momento en que “no se hacía como ahora”, por lo tanto, apelar a la tradición es una falsedad, desde el punto de vista científico. Sería más acertado decir que "desde el año XXX se viene celebrando esa festividad en nuestra familia". Pero incluso así, no es inamovible. Quizá fue una buena decisión entonces pero ¿quién puede asegurar que hoy en día aun lo sea?

 No existe ningún problema en el hecho de revisar los hábitos y las tradiciones, pues muchas veces se mantienen sin sentido alguno o sin adaptarse a las nuevas condiciones.

Cuenta una historia
 ...que el banco de un parque era custodiado por dos soldados de un cuartel militar cercano. Era vigilado día y noche, 24 horas al día durante todos los días de la semana y todos los días del año desde hacía más de 40 años. A pesar de que un gran número de diferentes cargos militares habían pasado por ese cuartel, nunca se habían preguntado el porqué de ese hecho.Un día, apareció un nuevo teniente que indagó entre los más antiguos del cuartel al respecto de la custodia al banco. respondían que "se había hecho de siempre, era una tradición en ese cuartel" o incluso, los más viejos, no recordaban el motivo. Insatisfecho con las respuestas, comenzó a investigar ordenes antiguas y descubrió, asombrado, el motivo de esa custodia. Un día de hace más de 40 años, ese banco fue pintado y para que nadie se sentase en él y se manchase, el cargo de turno, mandó custodiar el banco. Nadie más en 40 años se había cuestionado esa orden. Eso lo convirtió en “tradición”. 
Una fiesta como sería un encuentro navideño, desde mi perspectiva debe cumplir un requisito imprescindible: debe ser terapéutico (como todo en la vida, pero hoy hablamos de las cenas en familia). Es decir, debe aportar a las personas que asisten emociones, sensaciones y experiencias de satisfacción, de plenitud, de alegría, de paz y tranquilidad mental, que nos ayuden a sentirnos mejor, a ser personas más sanas, saludables y constructivas. Un encuentro que no cumpla ese requisito, no debería tener lugar.  Cuando se convierten en obligaciones, exigencias o requerimientos, estamos confundiendo la función de esas “quedadas familiares”.

Un leñador comenzó en su nuevo trabajo. Cogió su hacha y fue a talar árboles. Taló 25 en un día. Su capataz lo felicitó por tan buen trabajo. Al día siguiente volvió a su trabajo pero esta vez cortó 24 árboles, al día siguiente 23, 22, 21... Cada vez estaba más preocupado por la reducción de su rendimiento todo y que su capataz no le había hecho ningún comentario al respecto.
Pensó que para recuperar su rendimiento, debía dejar de hacer cosas para poder descansar más y mejor. Dejó de ver la tele con su mujer después de cenar, dejó de leer al irse a la cama, dejó de hacer el amor después de leer, pero su rendimiento no se recuperaba, es más continuaba descendiendo. 18, 17, 16, 15, 14... Su preocupación era tal que incluso comenzó a dormir en el aserradero, para no perder tiempo entre ir y volver de casa pero la cosa no mejoraba, 9, 8, 7 ,6, 5...
al final, totalmente consternado se acercó a su capataz y le comentó la situación. El capataz lo miró a los ojos y le hizo una sola pregunta: ¿Cuanto hace que no te paras para afilar tu hacha? A lo que el leñador contestó, como voy a afilar mi hacha si me paso el día cortando.


Es decir, cómo vamos a disfrutar de nuestra vida si nos pasamos el día “haciendo lo que no nos gusta, lo que no nos satisface” y no nos paramos a afilar el hacha, a hacer actividades “terapéuticas” que son las que se encargan de “afilarnos” el hacha.
Toda cena familiar de la cual no salgamos "afilados" es un sin sentido
Haz lo que amas, ama lo que hagas

Toni Aznar



No hay comentarios:

Publicar un comentario