lunes, 29 de febrero de 2016

5 temores infantiles que aun nos acompañan


Las situaciones emocionales desagradables o experiencias dolorosas de la infancia, conforman una parte de nuestra personalidad. Veámos cómo nos pueden afectar en la vida adulta.




1- El miedo al abandono


El sentimiento de soledad es la emoción que sufre aquella persona que vivió el abandono en su infancia. Ante la más mínima sospecha de ser abandonado/a, será él o ella quien abandone la situación por miedo a ser abandonada. “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.

Para solucionarlo tendrán que trabajar su miedo a la soledad, a a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.


2- El miedo al rechazo


Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo y puede darse por varios factores tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales.

La persona que padece esta desagradable experiencia no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla por el miedo de ser rechazado, dando lugar a personas huidizas.

Por ello, hay que trabajar nuestros temores y miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico. Procura arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo, eso te reafirmará como persona y te ayudará a soportar mejor el distanciamiento de los otros.


3- La humillación


La humillación, o la sensación de sentirse humillado, suele darse cuando  sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican de forma incorrecta. cosa que sucede cuando nos dirigimos a nuestros hijos con frases como "eres un torpe", "eres un payaso" o "eres un pesado". Así como haciendo públicos sus problemas ante las demás personas. Actos como estos destruyen la autoestima infantil.

Estás experiencias dan con frecuencia personas dependientes, que a su vez se conviertan en auténticos tiranos como mecanismo de autodefensa, e incluso, humillen a otros para canalizar su malestar.

Haber vivido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprender cuáles son nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4- La traición o el miedo a confiar


Cuando de pequeños, nos sentimos traicionados por alguno de nuestros padres tras incumplir repetidamente sus promesas, se genera una desconfianza, un temor a confiar en los otros y en nosotros mismos. Dando lugar por una parte a sentimientos negativos hacia uno mismo por no sentirse merecedor de lo que le han prometido y por otro, envidia de los demás al poseer lo que él no ha conseguido.

Estás personas suelen ser muy controladoras y quieren tenerlo todo atado y reatado, es probable que sientas la necesidad de ejercer control sobre los demás, para lo que se desarrolla un carácter fuerte.

Así que a trabajar la paciencia, el saber vivir, así como aprender a estar solo, a delegar responsabilidades y la tolerancia.


5- La injusticia


Ante unos padres fríos y autoritarios, un nivel de exigencia desproporcionado y sin límites se dan sentimientos de ineficacia y de inutilidad, no solo durante la infancia, también ya de adultos.

Por ello, la conductas de las personas que sufren este trato, tienden a ser muy rígidas, y a intentar conseguir cuotas de poder importantes. Esa rigidez les hace desarrollar manías importantes que le ayudan a canalizar su malestar como puede ser un orden obsesivo, un perfeccionismo exagerado o un interés por la limpieza fuera de lugar.

Ante estos comportamientos, se ha trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.


Haz lo que amas, ama lo que hagas

Toni Aznar

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