lunes, 23 de mayo de 2016

Autoengaño



En otro artículo comenté que que para lograr eliminar y reducir el número y la intensidad de aquellas emociones negativas que nos desbordan y nos acaban
amargando la vida debíamos aquietar la mente e inducirla a que se mire a si misma de manera realista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra”. 
Pero para ello, antes, debemos saber de dónde proceden esas emociones tan dañinas.

Según la Psicología Cognitiva, entre un estímulo y una conducta, casi siempre media nuestra cognición, es decir, no reaccionamos al estímulo (llámalo suceso o  acontecimiento como podría ser un insulto, la pérdida del puesto de trabajo, un bronca de mi jefe o una discusión con mi pareja) sino que primero interpretamos el suceso, lo valoramos, lo juzgamos,  (bueno, malo, muy malo, pésimo, horrible, insoportable) y posteriormente, reaccionamos emocionalmente a dicha valoración o juicio, para finalmente, llevar a cabo una conducta o comportamiento, acorde a esa interpretación y a su emoción asociada.

Durante la terapia, uno de los puntos que trabajo intensamente es éste: entender que la mayoría de veces no son los otros o el mundo exterior el que nos provoca los problemas emocionales, sino que lo nos provoca ese intenso malestar emocional es lo que nosotros nos decimos a nosotros mismos sobre lo que ha sucedido.

Ellis, un consumado psicólogo cognitivo, padre incluso de un método propio de terapia cognitiva (TREC), nos dice que “podemos decir lo que nos dé la gana, que con nuestras palabras nunca haremos daño a nadie. En todo caso, son las personas que escuchan nuestras palabras las que se hacen daño a si misma con lo que se dicen sobre lo que hemos dicho. 
Las piedras y los palos hacen daño, pero no las palabras.” 
Sé que resulta radical, pero como ejemplo es muy clarificador.




¿Por qué ante un mismo suceso dos personas reaccionan de forma diferente? Simplemente porque se dicen a sí mismos cosas diferentes respecto del suceso. Lo que para uno puede ser el fin del mundo, para otro es una liberación y una oportunidad.

Entonces, la pregunta siguiente sería, ¿qué utilizamos para valorar una cosa como positiva o negativa? 
Nuestras ideas, creencias, concepciones o actitudes ante las cosas de la vida, ideas de las que ya hablé.
 Si considero, si creo firmemente, que el trabajo es algo superimportante en mi vida, porque me aporta bienes económicos y sociales que necesito para ser feliz, lo peor lo más horrible que me puede pasar en la vida es quedarme sin trabajo. Ese miedo a perderlo hace que se lleguen a soportar auténticas situaciones vejatorias por conservar y mantener el puesto de trabajo. Esa dependencia, nos hace vulnerables emocionalmente y nos crea un sufrimiento emocional demoledor.

Qué nos puede llegar a hacer pensar de esta manera?, ¿ a tener ese tipo de ideas irracionales?

Muchas de estas ideas irracionales, concepciones, creencias o supuestos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo, nos han sido impuestas social y culturalmente. Existen muchos mitos, que nadie se ha atrevido a comprobar su certeza o falsedad y que se asumen como ciertos.

Solo trabajando se puede ser una persona de provecho”, “está mal estar ocioso, hay que estar siempre ocupado”, “tanto tienes, tanto vales”, “salud, dinero y amor para ser feliz“, “una mujer que no es madre nunca se realizará como persona”, “necesito alguien a mi lado, que me quiera para poder ser feliz”, y así infinitamente...

En ocasiones son necesidades que otros nos crean (publicistas, comerciantes), que nos hacen creer que para ser feliz necesito el último modelo del aparato tal o del coche pascual, y además, la gente me valorará más porque eso es señal de prestigio (“¿tanto tienes tanto vales?”). Otras veces, nuestra capacidad de fantasear, hace que convirtamos sueños, deseos o placeres en necesidades imperiosas sin las cuáles no puedo pasar y sin las cuáles jamás seré feliz.


Al respecto de las fantasías y el hecho de fantasear, me quedo con la recomendación de Javier Urra: “Hay que soñar y saber despertar a tiempo”. Importante para conseguir tener una mente saludable.

Pues para Walter Riso, son los siguientes mecanismos los que, en ocasiones producen esas ideas o creencias, y sobre todo, los que las perpetúan.
  1. La economía mental o la ley del mínimo esfuerzo.
  2. Las profecías autorealizadas o de autocumplimiento.
  3. Las estrategias evitativas y compensatorias.

La mente es muy conservadora. El principio que maneja nuestro aparato psicológico es impactante: cuando la información que llega al organismo no coincide con las creencias que tenemos almacenadas en la memoria, resolvemos el conflicto a favor de las creencias o esquemas ya instalados, es decir, nos hacemos trampa. Creemos demasiado a las creencias porque es más cómodo no cuestionarnos a nosotros mismos.

La economía mental, la que nos mantiene atados a los viejos hábitos, depende de una serie de mecanismos erróneos llamados sesgos. Aunque se expliquen por separado, hemos de recordar que actúan conjuntamente.

1. Sesgos atencionales

Cuando prestamos atención, no lo hacemos de manera objetiva y desprevenida. Por ejemplo:
  • Si una persona tiene un esquema, creencia de incompetencia (“No soy capaz”) su atención estará más orientada a detectar fallas que aciertos personales, lo cual fortalecerá cada vez más su idea de incapacidad personal.
  • Con un esquema de abandono (“La gente que amo, tarde o temprano me abandonará”), la mente estará más atenta a destacar señales de rechazo que indicadores de afecto positivo.
  • Ante un esquema de grandiosidad (narcisismo), hará que la persona esté más atenta a los elogios que a las críticas.
La atención no es libre, es esclava de nuestras creencias. Vemos lo que nos conviene, sacrificamos el todo, lo real, por aquellas partes o trozos de información que concuerdan con nuestra motivación básica.

Por lo tanto, la atención tiene que ser balanceada. Ver todo: lo bueno y lo malo. No podemos fraccionar la vida como si se tratara de una cuestión de compra y venta. Ver todo, estar en contacto pleno con la realidad. Tomar conciencia de los esquemas o creencias que dirigen nuestra atención y completar la visión con lo que quedó por fuera. Ver la belleza del bosque sin dejar escapar la belleza de cada árbol.

Prestar atención a la atención, vigilar al observador para hacerlo más objetivo y honesto. La atención sesgada perpetúa las teorías negativas que tenemos de nosotros mismos, los otros y el mundo y crea condiciones irreales de confirmación. La mejor manera de poner a tambalear un esquema o creencia negativa y comenzar a despegarse, desapegarse de ella, es concentrar la atención en todos los aspectos de la realidad que nos rodea.

Haz lo que amas, ama lo que hagas

Toni Aznar 

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