En otro artículo comenté que que para lograr eliminar y reducir el número y la intensidad de aquellas emociones negativas que nos desbordan y nos acaban
amargando la vida debíamos “aquietar la mente e inducirla a que se mire a si misma de manera realista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra”.
Pero para ello, antes, debemos saber de dónde proceden esas emociones tan dañinas.
Según
la Psicología Cognitiva, entre un estímulo y una conducta, casi
siempre media nuestra cognición, es decir, no reaccionamos al
estímulo (llámalo suceso o acontecimiento como podría ser un
insulto, la pérdida del puesto de trabajo, un bronca de mi jefe o
una discusión con mi pareja) sino que primero interpretamos el
suceso, lo valoramos, lo juzgamos, (bueno, malo, muy malo, pésimo, horrible,
insoportable) y posteriormente, reaccionamos emocionalmente a dicha valoración o juicio, para finalmente, llevar a cabo una conducta o comportamiento, acorde a esa interpretación y a su emoción asociada.
Durante
la terapia, uno de los puntos que trabajo intensamente es éste: entender que la mayoría de veces no son los otros o el mundo
exterior el que nos provoca los problemas emocionales, sino que lo
nos provoca ese intenso malestar emocional es lo que nosotros nos
decimos a nosotros mismos sobre lo que ha sucedido.
Ellis,
un consumado psicólogo cognitivo, padre incluso de un método propio
de terapia cognitiva (TREC), nos dice que “podemos decir lo que
nos dé la gana, que con nuestras palabras nunca haremos daño a
nadie. En todo caso, son las personas que escuchan nuestras palabras
las que se hacen daño a si misma con lo que se dicen sobre lo que
hemos dicho.
Las piedras y los palos hacen daño, pero no las palabras.”
Sé que resulta radical, pero como ejemplo es muy clarificador.
Las piedras y los palos hacen daño, pero no las palabras.”
Sé que resulta radical, pero como ejemplo es muy clarificador.
¿Por
qué ante un mismo suceso dos personas reaccionan de forma diferente?
Simplemente porque se dicen a sí mismos cosas diferentes respecto del suceso. Lo que para uno puede ser el fin del mundo, para otro es
una liberación y una oportunidad.
Entonces,
la pregunta siguiente sería, ¿qué utilizamos para valorar una cosa
como positiva o negativa?
Nuestras ideas, creencias, concepciones o actitudes ante las cosas de la vida, ideas de las que ya hablé.
Si considero, si creo firmemente, que el trabajo es algo superimportante en mi vida, porque me aporta bienes económicos y sociales que necesito para ser feliz, lo peor lo más horrible que me puede pasar en la vida es quedarme sin trabajo. Ese miedo a perderlo hace que se lleguen a soportar auténticas situaciones vejatorias por conservar y mantener el puesto de trabajo. Esa dependencia, nos hace vulnerables emocionalmente y nos crea un sufrimiento emocional demoledor.
Nuestras ideas, creencias, concepciones o actitudes ante las cosas de la vida, ideas de las que ya hablé.
Si considero, si creo firmemente, que el trabajo es algo superimportante en mi vida, porque me aporta bienes económicos y sociales que necesito para ser feliz, lo peor lo más horrible que me puede pasar en la vida es quedarme sin trabajo. Ese miedo a perderlo hace que se lleguen a soportar auténticas situaciones vejatorias por conservar y mantener el puesto de trabajo. Esa dependencia, nos hace vulnerables emocionalmente y nos crea un sufrimiento emocional demoledor.
Qué
nos puede llegar a hacer pensar de esta manera?, ¿ a tener ese tipo
de ideas irracionales?
Muchas
de estas ideas irracionales, concepciones, creencias o supuestos
sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo, nos han
sido impuestas social y culturalmente. Existen muchos mitos, que nadie se ha atrevido a
comprobar su certeza o falsedad y que se asumen como ciertos.
“Solo
trabajando se puede ser una persona de provecho”, “está mal
estar ocioso, hay que estar siempre ocupado”, “tanto tienes,
tanto vales”, “salud, dinero y amor para ser feliz“, “una
mujer que no es madre nunca se realizará como persona”, “necesito
alguien a mi lado, que me quiera para poder ser feliz”, y así
infinitamente...
En
ocasiones son necesidades que otros nos crean (publicistas,
comerciantes), que nos hacen creer que para ser feliz necesito el
último modelo del aparato tal o del coche pascual, y además, la
gente me valorará más porque eso es señal de prestigio (“¿tanto
tienes tanto vales?”). Otras veces, nuestra capacidad de fantasear,
hace que convirtamos sueños, deseos o placeres en necesidades
imperiosas sin las cuáles no puedo pasar y sin las cuáles jamás
seré feliz.
Al
respecto de las fantasías y el hecho de fantasear, me quedo con la
recomendación de Javier Urra: “Hay que soñar
y saber despertar a tiempo”.
Importante para conseguir tener una mente saludable.
Pues
para Walter Riso, son los siguientes mecanismos los que, en
ocasiones producen esas ideas o creencias, y sobre todo, los que las
perpetúan.
- La economía mental o la ley del mínimo esfuerzo.
- Las profecías autorealizadas o de autocumplimiento.
- Las estrategias evitativas y compensatorias.
La mente es muy conservadora. El principio
que maneja nuestro aparato psicológico es impactante: cuando
la información que llega al organismo no coincide con las creencias
que tenemos almacenadas en la memoria, resolvemos el conflicto a
favor de las creencias o esquemas ya instalados, es decir, nos
hacemos trampa. Creemos
demasiado a las creencias porque es más cómodo no cuestionarnos a
nosotros mismos.
La
economía mental, la que nos mantiene atados a los viejos hábitos,
depende de una serie de mecanismos erróneos llamados sesgos. Aunque
se expliquen por separado, hemos de recordar que actúan
conjuntamente.
1.
Sesgos atencionales
Cuando prestamos atención, no
lo hacemos de manera objetiva y desprevenida. Por ejemplo:
- Si una persona tiene un esquema, creencia de incompetencia (“No soy capaz”) su atención estará más orientada a detectar fallas que aciertos personales, lo cual fortalecerá cada vez más su idea de incapacidad personal.
- Con un esquema de abandono (“La gente que amo, tarde o temprano me abandonará”), la mente estará más atenta a destacar señales de rechazo que indicadores de afecto positivo.
- Ante un esquema de grandiosidad (narcisismo), hará que la persona esté más atenta a los elogios que a las críticas.
La
atención no es libre, es esclava de nuestras creencias. Vemos lo que
nos conviene, sacrificamos el todo, lo real, por aquellas partes o
trozos de información que concuerdan con nuestra motivación básica.
Por lo tanto, la atención
tiene que ser balanceada. Ver todo: lo bueno y lo malo. No podemos
fraccionar la vida como si se tratara de una cuestión de compra y
venta. Ver todo, estar en contacto pleno con la realidad. Tomar
conciencia de los esquemas o creencias que dirigen nuestra atención
y completar la visión con lo que quedó por fuera. Ver la belleza
del bosque sin dejar escapar la belleza de cada árbol.
Prestar atención a la
atención, vigilar al observador para hacerlo más objetivo y
honesto. La atención sesgada perpetúa las teorías negativas que
tenemos de nosotros mismos, los otros y el mundo y crea condiciones
irreales de confirmación. La mejor manera de poner a tambalear un
esquema o creencia negativa y comenzar a despegarse, desapegarse de
ella, es concentrar la atención en
todos los aspectos de la realidad que nos rodea.
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Toni Aznar
No hay comentarios:
Publicar un comentario