Hay que reconocerlo, ser
coherente con nuestras hijas e hijos no es tarea fácil. Nos falta coherencia
entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
¿Qué es lo que no
funciona?
Percibimos e interpretamos
de forma muy diferente los comportamientos de las otras personas respecto de
los nuestros.
Cuando alguien no acaba un
trabajo que tenía que hacer, es un perezoso, si no lo acabamos nosotros es
porque teníamos cosas más importantes que hacer.
Cuando una niña o un niño
llora o patalea, es un maleducado, o intenta llamar la atención, cuando somos
nosotros que tenemos un mal y estamos tristes y de mal humor, entonces
necesitamos consuelo, paciencia y comprensión.
No está permitido que los
niños griten o digan palabrotas pero cuando nosotros las decimos, es o porque
nos han provocado o porque si no es así, no nos hacen caso.
Cuando nuestros hijos se
pelean y pegan a otros niños les pegamos porque pegar está mal!!!!???? (No hay
quién lo entienda).
Cuando los otros son
lentos nosotros somos meticulosos.
Cuando los pequeños
defienden con fuerza lo que para ellos es importante es un egoísta y un
cabezota pero cuando somos nosotros, defendemos nuestros derechos porque no nos
queremos dejar pisotear.
Cuando alguien llega
tarde a una cita es un irresponsable pero cuando lo hacemos nosotros es porque
estamos muy atareados o porque los demás te han impedido ser puntual.
Como estos podríamos poner
mil ejemplo, pero una cosa si nos tienen que quedar clara, nos
aclaramos o nuestros hijos se volverán locos con nuestras incoherencias y perderemos credibilidad!
Para controlar esas
incoherencias, existen unas acciones que podemos hacer antes de hacer o decir
nada sobre el comportamiento de nuestros hijos.
- ¿Qué es lo que necesita en estos momentos? ¿Qué le riña o que le de ejemplo? ¿Qué lo castigue o le comprenda?
- ¿Qué es lo que quiero que aprenda con mi actuación?
La educación basada en la
coherencia se sustenta en tres valores imprescindibles:
- El amor
- El respeto
- El sentido de la justicia
Si alguno de estos tres
valores no está presente, falla nuestro proyecto educativo.
Hay una serie de
preguntas, basadas en estos tres valores principales que nos podemos hacer
antes de cualquier intervención con nuestros hijos.
Con ellas conseguimos
diferentes cosas importante. Por un lado, nos permite interpretar de forma
diferente lo que ha sucedido, responder con más calma y tranquilidad y aplicar
una conducta mucho más efectiva por intensa y duradera.
Este tipo de preguntas van
más allá de una simple forma correcta de comportarse y tratar a nuestras hijas
e hijos, también son importantes porque tienen un fuerte impacto tanto en la
estabilidad psicológica y emocional de tu hijo como en la
estabilidad familiar.
- ¿Con mi comportamiento, ¿qué le estoy enseñando?
- ¿Me guía mi amor cuando le riño por un comportamiento negativo o lo hago por cansancio, ego o comodidad?
- Si continúo haciendo lo que hago, ¿se arreglará el problema?
- Mis métodos educativos, ¿fomentan o rompen mi relación con mi hijo?
- ¿Podría hacer lo que hago utilizando métodos más respetuosos con mi hijo?
- Cuando mi hijo me obedece, ¿lo hace de forma forzada, obligado o temeroso más que por convicción?
- Con mi intervención, ¿le estoy enseñando a solucionar sus problemas o lo hago dependiente de mí?
- Con mis palabras, ¿lo ayudo a crecer en seguridad o estoy minando su autoestima?
- ¿Cuál es el verdadero motivo de su comportamiento? ¿Cuál es el verdadero problema? ¿Su comportamiento o los sentimientos que han generado ese comportamiento?
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Toni Aznar
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