Existe una gran polémica alrededor de si la competitividad es buena o es mala. Es recomendable o no es recomendable. ¿Hay que estimularla en la escuela o en los más pequeños? ¿O de lo contrario erradicarla?
Pues bien, empecemos por el principio y por algo que a mi me gusta hacer antes de comenzar a debatir sobre un concepto: saber cuál es su definición, pue tendemos a hablar sobre un tema sin tener clara su definición.
Por competitividad se entiende la búsqueda de un resultado óptimo que esté por encima de otros resultados. Por lo tanto, competir, en principio, no es negativo, ya que implica una voluntad de superación y evolución.
¿Entonces? ¿Por qué tanta polémica?
Sencillo, los problemas empiezan cuando se usa la competición para conseguir aprobación y admiración por parte de los demás. En esta situación, algunas personas son capaces de todo con tal de lograr la tan deseada aprobación y admiración por parte de los otros, llegando a competir en cualquier ámbito y con cualquier persona, ya sea hermano, pareja, amigo o, incluso, con la primera persona que se cruza en su camino.
Esa actitud es demoledora para la persona que entiende mal la competitividad. Mal entendida también por nuestra sociedad, donde ya desde el sistema educativo en todas sus fases, nos empuja hacia una competitividad insana, ya que fomenta la comparación, la automatización y el resultado en lugar de otros aspectos más sanos como pueden ser el proceso, la creatividad y las aptitudes e intereses personales.
Si a esto le sumamos la publicidad, la televisión, el consumismo… todo nos recuerda una y otra vez que tenemos que ser mejores y tener más que el vecino.
La competición mal entendida, mal utilizada se convierte en la búsqueda de un reconocimiento basado en la comparación y el fracaso de otros. Aspecto por lo que esa actitud nunca consigue una satisfacción real, no te hace sentir pleno, por lo que acaba atrapando en un círculo del que resulta complicado escapar: cansancio, estrés, envidia, malestar, ansiedad, inseguridad, perfeccionismo excesivo, comparación constante… son algunos de los efectos de una competitividad mal entendida o llevada al extremo.
Haz lo que amas, ama lo que hagas
Toni Aznar
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