viernes, 10 de enero de 2014

Mentes rígidas, fluidas y flexibles.

Como Psicólogo, una de las principales preguntas que me hacen mis amigos y conocidos, o personas
con las que entablo conversación por casualidad en cualquier lugar tras saber que soy psicólogo y me dedico a hacer terapia, es : ¿pero es posible cambiar?, la forma de ser, la personalidad de una persona se puede cambiar? Eso son los curiosos. También existen los categóricos que afirman de forma contundente que es imposible cambiar a una persona.

La cursiva del párrafo anterior es intencionada para remarcar la incongruencia y la contradicción implícita en esa afirmación y que con una simple pregunta hace que todos sus argumentos se tambaleen. Ante dicha afirmación siempre pregunto lo mismo “¿tu eres el mismo hoy que hace 5, 10, 15, 20 años atrás?” La respuesta no puede ser otra que un rotundo NO. No somos las mismas personas porque cambiamos, es inevitable e irremediable. Para no cambiar deberíamos vivir en un entorno constantemente igual, sin ningún tipo de cambio o alteración, imposible.


Lo que si tenemos las personas es una tendencia a comportarnos de forma similar en las mayoría de situaciones que vivimos habitualmente. Esa tendencia habitual es lo que nos da la sensación de continuidad en nuestra forma de ser, pero si pensamos un poco al respecto, rápidamente nos damos cuenta de que hemos cambiado, estamos cambiando y cambiaremos. Lo que debemos trabajar es hacia donde nos lleva ese cambio, como lo gestionamos y en que sentido nos beneficia o nos perjudica.

Por lo tanto, la siguiente cuestión es: ¿y qué provoca el cambio? Las experiencias, los aprendizajes que obtenemos de nuestras experiencias. Aquí es donde enlazo con el tema de hoy, los tipos de mentes que existen y como cambiar nuestra mente, hacia un pensamiento más flexible. Veamos esos tipos de mentes o formas de procesar la información.

 Las personas tienen formas diferentes de relacionarse con la información disponible en su cerebro. Hay mentes que parecen de piedra: inmóviles, monolíticas, duras, impenetrables, rígidas, donde la

experiencia y el conocimiento se han solidificado de manera substancial e irrevocable con el paso de los años. Estas mentes ya están determinadas para siempre, ya no aprenden nada porque su procesamiento de la información es de tipo acumulativo y no selectivo. Creen que ya han visto la luz, cuando de hecho, se mueven a ciegas por un oscurantismo cada vez más alejado de la realidad. Un golpe preciso las deshace o las agrieta porque no están preparadas para afrontar dilemas y las contradicciones respeto a su fuero interno. La mente rígida no se permite dudar ni puede soportar la autocrítica, sus fundamentos son indiscutibles e inmodificables.

Por otro lado, están la mentes líquidas, que según el sociólogo Zygmunt Bauman, son mentes que no se interesan por nada y se adaptan a las demandas de la vida sin posicionarse en ningún sentido. Son mentes sin cuerpo, informes, incoloras, sin constancia ni sustancia, indolentes, apáticas y alejadas de cualquier compromiso: cerebros sin memoria. Pero no se trata de la fluidez del sabio que ha entendido el devenir y se deja llevar, sino que es la negación de la existencia misma. Indolencia esencial, donde las luces se han apagado para dejar paso a un relativismo de mala cosecha: nada es verdad o todo es igual. La mente líquida no tiene nada de que dudar y desconoce la autocrítica, porque no tiene puntos de referencia ni fundamentos claros.

Por último, también existen las mentes flexibles, que funcionan como el barro. Están hechas de un
material básico a partir del cual se pueden obtener diferentes formas: no son insubstanciales como las mentes líquidas, pero tampoco están definidas como las mentes de piedra. Pueden avanzar, modificarse, reinventarse, crecer, actualizarse, revisarse, dudar y registrarse sin sufrir ningún trauma. Asimilan las contradicciones e intentan solucionarlas, no se aferran al pasado pero tampoco lo niegan, sino que más bien lo asumen sin perder su capacidad crítica.

La mente flexible tiene fundamentos y principios que dirigen su comportamiento, pero no son inmutables.

Lo descrito hasta ahora, no es más que una descripción de las principales características de cada tipo de mentalidad, la realidad nos dice que no existe el modelo completamente puro. Podemos encontrar personas más o menos rígidas, flexibles o líquidas; o con predominio de una determinada mente con pinceladas de las otras. Aun más, la analogía del barro, nos ofrece la opción de que  un tipo de mente se transforme en otro tipo diferente: las piedras de pueden deshacer o reblandecerse con temperaturas extremas, el barro se puede endurecer o convertirse en polvo, lo que es líquido se puede solidificar.

A pesar todo, y independientemente de todas las variaciones posibles, lo que define un tipo concreto de mente es el estilo cognitivo o la manera/tendencia relativamente estable de procesar la información de una forma concreta.

Desde la Psicología Cognitiva y a través de la Terapia Cognitiva, trabajamos conceptos para lograr reducir la rigidez mental, de cual nadie está libre, y eliminar esa apatía de las mentes líquidas que han perdido la ilusión por vivir, que son meros barcos de papel a merced de la corriente y volver a tomar las riendas de nuestras vidas, volver a ilusionarnos y ser realmente libres y felices.

Buen fin de semana.
Haced lo que amáis y amad lo que hagáis.
Toni Aznar



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